lunes, 2 de febrero de 2015

¿Hay género y genera en español?


Hoy en día mencionar explícitamente ambos géneros para referirse por igual a mujeres y hombres se ha vuelto una innecesaria práctica cotidiana.  Leemos y escuchamos personas de todo nivel cultural refiriéndose a “las y los estudiantes”, “los niños y las niñas colombianos” y “los y las vallecaucanos”. Incluso con la idea de incluir a ambos géneros se ha incurrido en la abominación lingüística de utilizar el signo “@” para ya no decir “las y los doctores” sino “l@s doctor@s”. Hemos llegado a tales extremos explayando un tuit con “los colombianos y colombianas”, lo que implica sacrificar 13 preciosos caracteres en una inútil intención supuestamente incluyente. Supongo que habrá también quien quiera reformar la traducción castellana de la Biblia para que no se levanten suspicacias cuando se lee que Jesús dijo “Dejad que los niños vengan a mí”.
Veamos por qué esto es un grave error lingüístico. En primer lugar, la Nueva gramática de la lengua española explica que “el género es una propiedad de los nombres y de los pronombres, que tiene carácter inherente y produce efectos en la concordancia con los determinantes (la señora), los adjetivos (señora bonita)… y que no siempre está relacionado con el sexo biológico”. Es importante aclarar en este punto que las personas no tenemos género; tenemos sexo. Por ello, la expresión “violencia de género” es inadecuada, pues la violencia es cometida por las personas, no por las palabras. En su lugar, se podría hablar de violencia doméstica o violencia sexual, como lo recomienda la RAE. Si el tema en el idioma fuera de sexo y no de género, habría que inventarse también cómo incluir a la comunidad LGTB en cada mención para que se sientan igualmente representados.
Por otro lado, tenemos el participio activo, que es un derivado de los tiempos verbales. Así, tenemos que el participio activo de cantar es “cantante”, el de gerenciar es “gerente” y el de existir es “existente”, tanto para hombres como para mujeres. El participio activo del verbo ser es “ente”, que según la RAE quiere decir “lo que es, existe o puede existir”. Esto nos lleva a que cuando nos queremos referir a la persona que ejerce la acción que denota el verbo, lo hacemos con la terminación “ente”. Por lo tanto, no hay “paciente y pacienta”, “independiente e independienta” ni “dirigente y dirigenta”.
Otro argumento es el principio de economía lingüística, por el cual se pueden expresar más cosas con menos palabras. La duplicación innecesaria del masculino y femenino “las ciudadanas y ciudadanos” es un circunloquio o reiteración que solo viola este principio básico. No es necesario decir en cuatro palabras lo que se puede decir en dos, si queremos lograr una máxima comunicación con el menor esfuerzo posible.
La lengua española no tiene como intención discriminar a las mujeres. Todos los idiomas del mundo tienen un sistema de reglas para optimizar su uso, y esa es la función de la gramática. Los principios gramaticales del idioma no pueden ser cambiados por lo que los movimientos feministas quieren imponer. El empleo de desdoblamientos y circunloquios innecesarios para mencionar ambos géneros, según Antonio Pérez Reverte, de la RAE, “resulta empobrecedor, artificioso y ridículo”.
Cabe preguntarse si esta mala costumbre de políticos, periodistas y de todos los que la han copiado se deba a una cuestión ideológica o a un desconocimiento de las reglas gramaticales de nuestro idioma. Me atrevería a señalar que se debe a ambas razones, y por el desconocimiento de las reglas se inventan ideologías que, a su vez, aumentan la ignorancia del lenguaje. Las reivindicaciones de género deben tener lugar en otros espacios distintos a la expresión del idioma para no incurrir en desgastes innecesarios que no aportan ni incluyen lo que por regla ya está incluido.

Gracias y gracios.

2 comentarios:

Gladys Zamudio Tobar dijo...

¡Excelente argumentación! Estoy de acuerdo -absolutamente- con todo lo planteado por ti.
Algunas feministas creen que la falta más grave de quienes las rodean es utilizar un nombre colectivo, pero mientras luchan por su máximo objetivo -hacer nombrar por separado a hombres y mujeres- hieren y olvidan sus propósitos de convivencia humana; entonces terminan ofendiendo a otras que respetamos la economía del lenguaje.
Por otra parte, me causó mucha gracia tu despedida. Chao y chaa.

Mariposa de los Milagros dijo...

¡Excelente también tu despedida! Gracias por comentar y, sobre todo, por leer.