domingo, 15 de abril de 2012

Tutorías entre pares: el caso del Centro de Escritura Javeriano

Resumen de la ponencia presentada en el VI Congreso Internacional de la Cátedra Unesco para la lectura y la escritura.


Las tutorías entre pares son una comprobada estrategia que beneficia tanto al que recibe tutoría como al tutor, debido a que es un sistema de apoyo recíproco en el que el estudiante que asiste se siente más motivado para interactuar que con un profesor. Aunque actualmente las condiciones de enseñanza han privilegiado un aprendizaje menos interactivo, las tutorías de escritura entre pares son un espacio favorable para desarrollar habilidades de escritura académica, por tanto están mediadas por intereses y necesidades reales que son apoyadas por un par. Los beneficios se dan en ambas vías porque el tutor también aprende para enseñar. La Pontificia Universidad Javeriana Cali ha implementado esta estrategia a partir de los writing centers de universidades norteamericanas, con un éxito creciente en toda la comunidad académica. El Centro de escritura javeriano se propone mejorar las destrezas de escritura de todos los miembros de su comunidad, para lo cual se apoya en el trabajo de los tutores de escritura. Cuenta con más de dos años de experiencia y un equipo de trabajo conformado por talentosos estudiantes de todas las disciplinas, que son formados para desempeñar esta labor. Esta formación comprende, entre otros, el proceso de escritura, pues las tutorías se ofrecen en todas las etapas del proceso, para lo cual es necesario que los tutores comprendan a cabalidad lo que ocurre en su propio proceso de escritura. Las tutorías entre pares son un espacio amigable y tranquilo en el que los estudiantes se sienten en confianza para contar sus dificultades de escritura, y a partir de esto los tutores les ayudan a descubrir y desarrollar sus propias estrategias, en lugar de hacer clones de su propio proceso. Una sesión de tutoría es básicamente una conversación sobre escritura, haciendo notorios los aspectos positivos y reforzando aquellos que necesitan más elaboración.

¿Para qué se lee en las universidades de Colombia?

Resumen de la ponencia presentada en Aguascalientes, México en agosto de 2010.

Esta ponencia muestra los resultados de encuestas realizadas a 3719 estudiantes universitarios colombianos, en el marco de la investigación ¿PARA QUÉ SE LEE Y SE ESCRIBE EN LAS UNIVERSIDADES DEL PAÍS? UN APORTE A LA CONSOLIDACIÓN DE LA CULTURA ACADÉMICA. Esta investigación tiene como objetivo caracterizar y analizar las prácticas de lectura y escritura a nivel de pregrado y actualmente se lleva a cabo con la participación de 17 universidades públicas y privadas.  Aunque la encuesta también indaga por otros aspectos, sólo se presentan aquí los resultados que tienen que ver con las concepciones y experiencias de la lectura en la formación profesional. Los resultados muestran que los estudiantes principalmente leen para las asignaturas y su principal propósito es leer para ser evaluados de distintas maneras. Los tipos de texto que más se leen son los apuntes de clase. Además, se encontró que un buen número de estudiantes leen textos en inglés. Estos resultados se analizan a partir de la clasificación de las áreas del conocimiento propuestas por la Unesco, con el fin de mostrar el comportamiento de los aspectos indagados en estas áreas. En cada pregunta se discuten los resultados y se abren nuevas líneas de investigación para indagar por aspectos que señalan dichos resultados.

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La ortografía: ¿Un dinosaurio en peligro de extinción?


“La correcta escritura, el buen uso del léxico y el dominio de las reglas gramaticales constituyen los tres grandes ámbitos que regula la norma de una lengua”, comienza diciendo la nueva edición de la Ortografía de la lengua española. Constantemente se dice que la buena escritura es la carta de presentación que nos muestra como individuos cultural y profesionalmente competentes en el medio social y por lo tanto debemos ser muy cuidadosos con nuestros escritos que finalmente nos exponen al escarnio público. Todos hemos tenido la experiencia de encontrar terribles errores en textos donde se supone que no debería haberlos, como revistas, periódicos, documentos profesionales, correos electrónicos, por mencionar algunos. La sensación es de censura para quien cometió el error por su ignorancia o por la falta de cuidado al no verificar la ortografía antes de publicar el texto. Pero, ¿y qué pasa con nuestros propios textos?, ¿cuáles son los mecanismos con los que nos aseguramos de no cometer este tipo de errores?

Aunque hay acuerdo sobre la importancia de una expresión correcta, cada vez son más evidentes las dificultades para lograr este objetivo. Los afanes cotidianos y la cantidad creciente de información, además de las prácticas educativas que se manejan actualmente en gran parte hacen que descuidemos el uso correcto de las normas de escritura, sin mencionar la expresión oral. Llama la atención de manera especial los frecuentes errores ortográficos que a veces no son detectados o percibidos por parte de los lectores, justamente por los mismos motivos que provocan su aparición, y los contextos informales de comunicación tienden a generalizar las formas de interacción a los contextos más formales.

En primer lugar, el mundo globalizado cada vez nos expone a más volúmenes de información que son consumidas en un menor tiempo para procesarla. Esto hace que no se preste atención a las formas adecuadas de expresión y lo que importe sea captar la idea esencial dejando de lado el gusto por una escritura elaborada. De la misma forma, es necesario comunicar más información a través de distintos canales, como correos electrónicos, chat, documentos profesionales de todo tipo, entre otros, y en el afán olvidamos revisar la forma en la que producimos los mensajes. En muchos casos la información se produce en el procesador de textos Word, que cuenta con un sistema de corrección ortográfica para español y que para muchos es infalible. Sin embargo, este sistema simplemente es una base de datos que compara las palabras producidas con las que tiene almacenadas, lo que hace que desconozca las palabras nuevas, o las producidas con una conjugación poco usual como “abríamosle” (la puerta). Para el caso de las tildes, es aún más evidente la dificultad del corrector ortográfico porque las palabras que se diferencian en su función por esta marca ortográfica no son modificadas. Un caso frecuente es el adverbio de tiempo “más” (Quiero más helado) que requiere que se le digite la tilde so pena de convertirse en una conjunción adversativa (Me duele, mas no me quejo). Y se podrían mencionar muchos más ejemplos similares.

Por otra parte, los sistemas educativos actuales han desestimulado el cuidado de la expresión escrita, llegando casi a satanizar la enseñanza de la gramática y la ortografía que, en la mayoría de los casos, ha desaparecido de los pensum escolares. En los últimos años el análisis del discurso y la gramática textual hicieron su triunfal entrada a los cursos regulares de español de la educación básica, lo cual, sumado a modelos pedagógicos como el constructivismo, marcaron la apresurada desaparición del estudio de los aspectos formales de la lengua. Es frecuente escuchar a los estudiantes universitarios justificar sus errores porque nadie les ha enseñado a escribir correctamente y porque en el colegio no se tenía en cuenta la ortografía. Sumado a lo anterior, estos mismos estudiantes encuentran la excusa perfecta al ingresar a un sistema educativo donde estos errores son pasados por alto, en procura de que “lo importante es el contenido”. ¿Será que los profesores no son conscientes de estos errores?, ¿será que no conocen (y por consiguiente no aplican) las normas de ortografía?, ¿será que consideran una pérdida de tiempo esta corrección?, ¿a quién le están pasando la responsabilidad de hacerlo?, ¿es responsabilidad de alguien en particular prestar atención o enseñarlo?

Como si todo lo anterior fuera poco, en los últimos años el advenimiento de nuevas formas de comunicación como el chat o los mensajes de texto han provocado que la escritura se acerque o pretenda imitar al código oral. Ello se evidencia en la casi desaparición de las vocales, el uso de los emoticones para expresar estados de ánimo y la abreviación de las palabras con la consecuente violación de todas las normas ortográficas. La generalización de estos usos tiende a trasladarse a los escritos formales, por lo que es frecuente encontrar letras solas como “q” o “x” reemplazando una palabra (que y por, respectivamente) en escritos formales como trabajos de investigación o cartas, por mencionar un ejemplo.

Lamentablemente estos errores son tan frecuentes que los pasamos desapercibidos, y este, ciertamente, es el principal problema. Por ejemplo, se ha vuelto muy común el abuso de las mayúsculas sin una causa distinta al criterio de quien escribe, como marcar el “Informe” o el “Proyecto”, que son sustantivos comunes, con mayúscula inicial solo porque para ese alguien son documentos muy importantes. Por más costoso que sea el presupuesto del proyecto o del informe, ambos no dejan de ser sustantivos comunes (y corrientes). Esto pasa desapercibido y no es concebido siquiera como un error ortográfico, precisamente por el desconocimiento de la norma que indica que los sustantivos comunes no llevan mayúscula inicial. Cuando un error se generaliza (Mal de muchos, consuelo de tontos), esa sociedad pierde un valor cultural que difícilmente puede recuperar.

La ortografía es un valor cultural que forma parte de una esfera más amplia que es el idioma. Todas las lenguas buscan la unidad para favorecer la interacción entre su comunidad de usuarios, y, en nuestro caso, esa es la tarea de la Real Academia. Reza la nueva ortografía, recién lanzada al mercado:

En la actualidad, junto a la obligación de «establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección», la Real Academia Española se impone en sus Estatutos el objetivo prioritario de velar por la unidad del idioma, con el fin de que «los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de los hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico» (art. 1).

Las lenguas son dinámicas, flexibles, variables e incluyentes, pero en tanto sistema no pueden ser un caos anárquico en el que todo sea válido por el simple hecho del capricho del usuario. Si nos comunicamos sin atender ninguna regla estaremos presentándonos de la manera que habremos censurado antes y también estaremos cercenándole la unidad al idioma y condenándolo a la lenta y agónica extinción.